Primero las grandes cifras del sector. En España, el consumo general de pescado se ha reducido progresivamente en los últimos siete años. Sin embargo, según consumimos una media de 4,51 kilos de conservas de pescado (incluyendo ahumados) por persona y año. Comparado los datos con el año anterior, la compra de conservas ha crecido un 0,8% y también ha aumentado el precio medio, que se sitúa en 9,34€/kg. De hecho, el pescado y moluscos en conserva son los más consumidos después del producto fresco y el único grupo con tendencia de crecimiento en los últimos años dentro de la categoría de pescados.
Además de contar con un consumo en ligero crecimiento, la industria cuenta con buenos números. Según datos de ANFACO de 2016, el sector lo forman 260 empresas que dan empleo a más de 15.000 personas y producen 344.000 toneladas al año. Respecto a las distintas variantes, el atún es claramente el rey con más del 50% de la cuota de consumo, seguido de lejos por los mejillones (6,5%) y las sardinas (6,1%).
Pero pasemos a la parte importante, qué opinan los consumidores de este producto, cuáles son sus preocupaciones y tareas no resueltas. Para esta breve investigación exploratoria, hemos acotado el campo de estudio a un segmento de población concreto, los denominados Millenials. Para ello hemos reclutado a 7 jóvenes menores de 30 años a los que les gustaran las conservas y con cierto interés por la gastronomía. Estos son los principales insights y oportunidades que hemos sacado de este pequeño estudio.
Rápido, fácil y que dura, son los atributos que los entrevistados asignan a las conservas en general. Conveniencia es un criterio clave, está claro. Pero al mismo tiempo surgen otras cuestiones interesantes como el hecho de que su consumo varía según el producto. Fundamentalmente el atún se come como parte de una preparación, algo que también ocurre en cierta medida con las sardinas y las anchoas. Ensaladas y pastas son las elaboraciones que más surgen en la conversación. En cambio, los mariscos, mejillones y berberechos principalmente, son productos de aperitivo pero con una característica añadida, son de consumo social, se consumen en grupo para una ocasión concreta.
El aperitivo del domingo es una imagen recurrente en la mente de los entrevistados, “es un clásico en casa”. En muchas ocasiones es una imagen familiar, previo a la comida acompañado de alguna bebida. Es interesante ver cómo los Millenials mantienen esta tradición a su manera. No tanto para esa comida de domingo pero sí que es un elemento que no suele fallar cuando se invita a alguien a casa: “normalmente las compro cuando viene gente a casa” nos decía una de las entrevistadas. El partido de fútbol delante de la televisión es también recurrente en las conversaciones.
En este apartado hemos profundizado más con nuestros entrevistados: ¿Por qué no para uno solo? ¿Qué frena el consumo individual? Dos elementos aparecen como claves a este respecto, la experiencia, “no me veo comiendo una lata solo”, y también las porciones “¿qué pasa con lo que no me como?”. Asimismo, nos surge una duda que no hemos conseguido resolver mediante las preguntas: Si es un producto apto para un aperitivo, ¿qué les frena para que sea también un snack? Es decir, ¿por qué tiene que ser sólo para ocasiones especiales y no puede convertirse en algo que picar entre horas?