Parafraseando el genial anuncio de Pirelli, cada vez nos encontramos con más compañías que han desarrollado diversos modelos de innovación y que están sacando al mercado numerosos productos nuevos que no cumplen las expectativas marcadas.
La innovación, está de moda. Rara es la compañía que de una manera u otra no incorpora la innovación entre sus valores de compañía o sus estrategias de crecimiento, pero pocas son las que lo acometen de una manera estructurada.
La creencia de que la innovación surge de una suerte de generación espontánea a partir de dar una serie de charlas e iniciativas corporativas está bastante extendida. “Tener ideas es fácil”, escuchamos con mucha frecuencia. Y es verdad. Pero la clave es que sean buenas y sobre todo, bien orientadas.
Una innovación que genere éxitos a corto y largo plazo depende de contar con un objetivo claro y una organización alineada en el mismo sentido. Es importante tener una estrategia que nos ayude a definir los ámbitos donde tenemos que centrar nuestro esfuerzo innovador.
Esta estrategia está basada principalmente en el potencial de mercado, nuestras capacidades y las nuevas tecnologías que están surgiendo. El análisis de estos factores nos hará enfocar el trabajo hacia áreas que realmente pueden conllevar un retorno de la inversión y un crecimiento real.
No hacerlo conlleva un incremento del trabajo de todas las áreas que se ven involucradas en el proceso de innovación, un escaso cumplimiento de las expectativas de los productos y servicios nuevos que se lanzan y en definitiva la frustración de gran parte del equipo.
Tener claro el foco de nuestra innovación ayuda a la organización a trabajar alineada hacia un objetivo claro. Todo el esfuerzo se concentra y los resultados se hacen plausibles. Innovación sí, pero bien enfocada.